domingo, 28 de septiembre de 2008

:: Señales en el Camino ::



¿No os ha pasado a veces que, sin venir a cuento, os ronda mucho por la cabeza una persona a la que hace tiempo que no veis,y de repente, os la encontráis a los pocos días? ¿O no habéis tenido la sensación de que el destino coloca acontecimientos en vuestra vida que no están ahí por casualidad, que parece que quieren mostraros algo? A mi me pasa a menudo (y creo que a todo el mundo), y yo creo que son señales.
¿Señales de quién o de qué? Pues podéis llamarlo como más os guste: de Dios, del destino, del Universo, de una fuerza mística, de nuestro propio subsconciente... La cuestión es que a menudo en nuestra vida nos encontramos con sucesos de los que resulta casi imposible pensar que pasan por mera casualidad.
Dicen que todo tiene una razón, y yo así lo creo. Y en ocasiones la vida nos manda pequeñas señales (o no tan pequeñas, en ocasiones) que nos indican por dónde debemos caminar.
Estas señales no pretenden robarnos nuestro propio albedrío, tan solo nos muestran un camino, un camino que si seguimos, al final encontraremos algo bueno.

En mi vida diaria, recibo constantemente señales “internas” que me indican por dónde debo tirar. Cuando voy a realizar una determinada acción, y siento una sensación angustiosa en la boca del estómago, ya sé de antemano que lo que voy a hacer no debería hacerlo, porque va a traer consecuencias negativas. Y lo mismo al contrario: cuando voy a llevar a cabo una acción y siento una sensación positiva, sé que lo que voy a hacer tendrá efectos positivos en mi vida y en la de los demás.

Es muy curioso, pero ahora mismo, mientras estoy escribiendo este artículo, el destino me acaba de mostrar una de las señales de las que estoy hablando.
Estaba escribiendo un ejemplo de una señal en vida personal, un ejemplo en el que detallaba algo que me sucedió este verano y en el que involucraba a otra persona. Mientras lo escribía sentía esa sensación angustiosa en el estómago (aunque esta vez no era tan intensa como otras veces), lo que me quería decir que no debería hablar de ese suceso. Y aún así, he escrito el ejemplo.
Cuando ya había terminado, ha entrado de golpe mi hermano pequeño en la habitación y ha quitado la luz, entonces se ha apagado el ordenador y he perdido el artículo. Por suerte, al encenderlo de nuevo, he recordado que había guardado el documento justo antes de comenzar a escribir ese ejemplo.
Una vez más, el destino nos da en todas las narices con un gran cartel que dice: “Hazme caso, nadie mejor que yo sabe lo que te conviene”.

Si nos mostramos receptivos a las señales que nos manda el destino, podremos estar seguros de que una mano invisible nos guiará a través de la vida y nos mostrará qué debemos y qué no debemos hacer. Nosotros, por supuesto, podemos hacerle caso o ignorar completamente sus “carteles”. Pero deberemos tener en cuenta que ese alguien que nos guía solo quiere nuestro bien, y que si no le hacemos caso y no conseguimos lo que esperábamos, entonces no podremos culpar a “Dios” de nuestra desdicha.

Para terminar con el artículo os voy a enseñar dos divertidos métodos (por llamarlos de alguna forma) para aprender a escuchar la voz del destino. El primer método lo he sacado de un libro titulado El puente hacia el infinito, de Richard Bach; y el segundo lo encontré en el famoso libro El alquimista, de Paulo Coelho. Ambos libros me parecen totalmente recomendables, que deberían ser leídos por todos aquellos interesados en temas espirituales.
Estos dos métodos podremos aplicarlos en todas aquellas ocasiones en las que no sepamos por dónde tirar, o qué hacer en ese instante con nuestra vida. El primero consiste en preguntarle a un libro. Sí, sí, a un libro. Los libros, aparte de contener toneladas de sabiduría y fantásticas historias, también contienen las respuestas a muchas de las preguntas que nos asaltan cada día.
Cuando tengamos en mente una pregunta o no sepamos qué dirección seguir, deberemos coger el primer libro, periódico, cuaderno de notas o en resumen, cualquier documento escrito que tengamos más cerca. Deberemos colocarlo frente a nosotros y cerrar los ojos. Entonces, mentalmente o en voz alta, formularemos la pregunta y acto seguido abriremos el libro (o lo que sea) por cualquier página al azar. Todavía con los ojos cerrados apuntaremos con el dedo índice a un punto “ciego” en la página abierta. Ahora abriremos los ojos. La palabra o frase que se encuentre en el lugar indicado por el índice, es la respuesta a nuestra pregunta.
En ocasiones la respuesta es clara y directa; en otras deberemos descrifrarla a partir de lo que pone en la frase.
Puede parecer un método absurdo e ilógico (y tal vez lo sea), pero os garantizo que no falla nunca.
El segundo método consiste en conseguir dos piedras que sean parecidas tanto en tamaño como en peso. En una estará escrita la palabra “Sí”, y en otra la palabra “No”. Cuando tengamos una pregunta que hacer meteremos las dos piedras en una bolsa, en un bolsillo de nuestro abrigo o en cualquier otro recipiente, y con los ojos cerrados sacaremos una al azar.
Como ya habréis observado este método solo funciona con preguntas que esperan una respuesta afirmativa o negativa. Dependiendo de cuál de las dos piedras haya salido, tendremos la respuesta a nuestra pregunta.
Pero ojo, es importante tener en cuenta un dato, y es que en ocasiones el destino no quiere revelarnos la información que buscamos o simplemente espera que la consigamos por otros medios. Nos daremos cuenta de que el destino no quiere revelarnos la información cuando, por ejemplo, al sacar una piedra al azar del recipiente, ésta se nos caiga al suelo o algo por el estilo. Es decir, que ocurra algo inesperado. En ese caso, es muy probable que el destino nos esté diciendo que no debemos conocer la respuesta, por el momento.

Cada uno debe crear su propio destino día a día, mediante sus pensamientos y sus acciones, sabiendo qué es lo mejor para uno mismo y para los demás, y haciendo todo el bien que sea posible. No hay que esperar que tu destino lo creen unas cartas del tarot, unas piedras o un sabio... porque nuestro destino nos corresponde a nosotros mismos. Es una responsabilidad individual, y nadie más que nosotros puede crearlo. Pero una pequeña ayuda nunca viene mal...

1 comentario:

Coordinación CR dijo...

Este artículo, al igual que el resto, está muy bien. Aunque me he decidido a escribirte en este porque el ejemplo que das de preguntar al libro yo lo he utilizado, bueno, yo individualmente y hasta en grupo a la hora de orar con la Biblia... Y, te doy la razón, siempre hay respuesta clara o cifrada. Enhorabuena por este blog!!!! Sigue escribiendo...