sábado, 25 de diciembre de 2010

:: El tesoro oculto ::



Nos cuenta una antigua leyenda hindú que en un tiempo todos los hombres que vivían sobre la tierra eran dioses, pero como el hombre pecó tanto, Brahma, el dios supremo, decidió castigarlo privándolo del aliento divino que había en su interior y esconderlo en donde jamás pudiera encontrarlo y emplearlo nuevamente para el mal.

"Lo esconderemos en lo profundo de la tierra", dijeron los otros dioses.

"No", dijo Brahma, "porque el hombre cavará profundamente en la tierra y lo encontrará".

"Entonces, lo sumergiremos en el fondo de los océanos", dijeron.

"Tampoco", dijo Brahma, "por que el hombre aprenderá a sumergirse en el océano y también allí lo encontrará".

"Escondámoslo en la montaña más alta", dijeron.

"No", dijo Brahma, "por que un día el hombre subirá a todas las montañas de la tierra y capturará de nuevo su aliento divino".

"Entonces no sabemos en dónde esconderlo, ni tampoco sabemos de un lugar en donde el hombre no pueda encontrarlo", dijeron los dioses menores.

Y dijo Brahma: "Escondedlo dentro del hombre mismo; jamás pensará en buscarlo allí".

Y así lo hicieron. Oculto en el interior de cada ser humano hay un algo divino. Y desde entonces el hombre ha recorrido la tierra, ha bajado a los océanos, ha subido a las montañas buscando esa cualidad que lo hace semejante a Dios y que todo el tiempo ha llevado en su interior.


William H. Danforth

domingo, 19 de diciembre de 2010

:: El verdadero amor ::



“Tu vida no está completa hasta que encuentras a tu media naranja”.
“Nadie es completamente feliz, ni se puede sentir realizado como persona hasta que no comparte su vida con su verdadero amor”.
“Si no encuentras pronto el amor, se te pasará el arroz y estarás sol@ para siempre”.


Supongo que estas frases te sonarán. Quizás las hayas oído alguna vez, o puede que incluso las hayas pensado.
Las personas somos criaturas a las que nos gusta (y necesitamos) vivir en sociedad por naturaleza. Y dentro de esta sociedad creamos nuestras relaciones personales: con nuestro padre, nuestra madre, nuestros hermanos, amigos… y, por supuesto, nuestra pareja.
Se supone que todos son igual de importantes y de necesarios para nosotros. Pero, en realidad, sentimos que la pareja es la persona más esencial, más importante, porque es la persona con la que pasamos el resto de nuestra vida y, por lo tanto, es a la que más queremos. Nuestra relación con ella nos permitirá sentirnos completos y realizados, ya que habremos alcanzado el principal objetivo de nuestra vida… ¿o no?

Debemos darle las gracias a personajes como esa princesa que mordió una manzana envenenada; o esa otra que durmió durante cien años antes de ser despertada por un beso de amor verdadero; sin olvidarnos, por supuesto, de aquella joven rica que hacía las veces de criada hasta que perdió un zapato de cristal.
Casi desde que nacemos la sociedad nos “socializa” y nos instruye para convertirnos en personas realizadas. Y dentro de ese aprendizaje social van incluidos ciertos roles, creencias e ideales de vida que se espera que aceptemos y cumplamos.
Puede que uno de los más importantes sea la idea de que debemos encontrar a nuestra pareja ideal. ¿Para qué? Para que nuestra vida esté completa y nos realicemos como personas, y así seamos felices. Y ahí se acaba la reflexión.
Pero… ¿realmente no es un poco triste que nuestra felicidad en la vida esté en manos de otra persona? ¿No resulta decepcionante pensar que necesitamos a otr@ para sentirnos completos? Mi opinión es que sí.
Si fuera cierto que necesitamos encontrar el verdadero amor para realizarnos, ¿entonces por qué nos dicen desde que somos pequeños que cada persona es única y especial? Es mentira. Según esta idea, cada uno de nosotros solo vale como “media persona”. Necesitamos a otr@ para ser una “persona entera”.
A todas luces se deduce la estupidez de esta idea.

Lo más triste de todo y lo que más me hace reflexionar sobre el concepto de la “media naranja” es ver cómo esta idea ha calado hondo en mucha gente.
Gente que no recibieron el amor y la atención que todo niñ@ necesita durante la infancia, se convierten en jóvenes y adultos que buscan en otros lo que no encuentran en su interior.
Tal vez estas personas tengan familia, amigos, a otras personas que de verdad les quieren. Pero nunca es suficiente. Sienten un constante vacío que les lleva a pensar que sólo encontrando una pareja (su amor verdadero) se sentirán bien.
Si tú eres una de estas personas, te aconsejo que no lo busques. Primero, porque el amor no se busca; simplemente se encuentra. Y segundo, porque si al final consigues una pareja, a la larga te sentirás tan frustrad@ y decepcionad@ como estabas antes, porque descubrirás que ese vacío sigue en tu interior. Esto solo te conducirá a almacenar más sufrimiento.
Por no hablar de que a nadie nos gustaría tener como pareja a una persona que no sabe cuidar de sí misma y quererse tal y como es. Al final, dejamos de sentir que tenemos una pareja con la que compartimos nuestra vida, para sentir que estamos cuidando de un/a niñ@ que necesita constantemente atención y protección.
La pareja, como tal, se descompensa y se encamina hacia la ruptura.

Todos somos valiosos por el simple hecho de ser personas. Y lo demás es superficial. No importa que seas más o menos list@, más o menos guap@, o si estás gord@ o flac@. Porque, después de todo, al final de la partida el peón y el rey vuelven a la misma caja.
Tenemos en nuestro interior el potencial para ser lo que queramos ser. Y, lo que es más importante, tenemos una esencia en común con todas las demás personas. Una luz pequeñita que brilla en tod@s igual, y que está más allá de todas nuestras características particulares.

Tener pareja, compartir nuestra vida con alguien a quien amamos y quien nos ama, es una experiencia muy enriquecedora y positiva para ambos. Pero no es necesaria o imprescindible.
Tener paraje es una opción individual y voluntaria. El amor debe surgir de la espontaneidad; nunca debe ser forzado o fingido, porque eso solo nos llevará a conseguir un sucedáneo barato del verdadero amor, que con el tiempo acabará haciéndonos sufrir.
Para compartir nuestra vida con alguien, primero tiene que haber algo que compartir. Si en nuestra vida lo único que hay es un fuerte deseo de encontrar pareja que lo inunda todo, ¿qué compartiremos con nuestra pareja cuando por fin la encontremos?
Aprende a valorar lo positivo que hay en tu vida. Tus cualidades, tus aficiones, tus intereses, tus relaciones…
Disfruta de cada momento bueno que vivas a lo largo del día, estando sol@ o acompañad@. Disfruta del café con tu mejor amig@, del último capítulo del libro que estás leyendo, de ese momento de paz y tranquilidad cuando te echas a dormir después de un largo día, de la risa de un niño, de la luz del sol desapareciendo por el horizonte…

Si hay algo seguro en la vida es que llegamos solos y nos vamos solos.
Aprende a disfrutar de tu propia compañía, a cultivar tus cualidades e intereses, para luego poder compartirlos con los demás.
Tú eres el/la protagonista de tu propia vida, y cada día es una nueva oportunidad para aprender y disfrutar lo que ésta te ofrece ( sol@ o en compañía :) ).